jueves, 30 de diciembre de 2010

Los inocentes (1961 - Jack Clayton)

Una niñera victoriana llega a sospechar que tras la apariencia angelical de sus pupilos se encuentra la huella mas profunda de la perversión humana.
The Innocents es un film hermoso y sensual en el que no existen límites de separación entre certidumbre e incertidumbre y en el que destaca, por encima de explicaciones e interpretaciones, la ambivalencia creada a través de las miradas, los movimientos, los objetos y la iluminación: el agua del lago, el quiosco de música, las flores, las estatuas, los viejos retratos ocultos en los desvanes derrochan belleza y sugieren abominación; Flora observa, impasible, cómo una araña devora una mariposa; una repugnante cucaracha emerge de la boca de una estatua; el pétalo de una rosa cae sobre un devocionario; Flora canturrea o danza en el quiosco la misma melodía que desgrana unos añosa cajita de música o que interpreta Miles al piano; Miles guarda bajo la almohada un pichón con el cuello roto (¿ha sido él quien ha matado al pichón o lo ha puesto debajo de la almohada porque quería mucho al animal?) La belleza de ¡SUSPENSE! proviene del esfuerzo puesto por Clayton en la elección de la escritura visual más adecuada, aproximándose en eso a lo que, según Virginia Wolf (Granite and Rainbow), logró James en su libro: “Si examinamos la historia sintiéndonos seguros, a la luz del día, si observamos la maestría del relato, la manera con que se alarga cada frase, con que se llena cada imagen, si vemos cómo la belleza y la obscenidad entremezcladas, se insinúan hasta las profundidades, es preciso admitir que algo, no obstante, queda inexplicado. Debemos reconocer que Henry James ha vencido. Ese viejo gentleman cortés, refinado, sentimental, puede hacer que todavía sintamos miedo a la oscuridad”. La retórica jamesiana obra el efecto perverso de que cada obra cree a su lector (o, en este caso, a su adaptador) en una fastuosa mezcla de resistencia y de fascinación.JOSÉ MARÍA LATORRE, en “Los fantasmas de la institutriz”, Los sueños de la palabra, Laertes, Barcelona, 1992, pp. 158-159.
FA 3711

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