martes, 11 de enero de 2011

Fritz Lang - House by the river (1949)

El cine negro es para Fritz Lang una oportunidad, no sólo para denunciar los vicios y miserias de una sociedad a la que constantemente pone en tela de juicio, sino también la ocasión para enjuiciar la moralidad de la propia condición humana.
Dentro de los diversos géneros que Fritz Lang cultiva durante su estancia en Estados Unidos (western, cine bélico, de aventuras, de espionaje, drama, melodrama…), el cine negro ocupa un lugar muy destacado, hasta tal punto que, de los veintidós largometrajes que el cineasta dirige en tierras americanas, una docena de los mismos figura habitualmente dentro de los catálogos del género. Una clasificación metodológica que, dicho sea de paso, no resulta nunca sencilla de establecer en el caso de Lang ni en el caso de estas películas, ya que la mayoría de ellas deja ver también en su interior una fuerte presencia de elementos procedentes de otros géneros, ya sea éste el drama a secas –caso de Clash by Night (1952)- o, sobre todo, el melodrama, cuyas estructuras argumentales colorean las narraciones de títulos tan fuertemente adscritos al cine negro como Furia (Fury, 1936), Sólo se vive una vez (You Only Live Once, 1937), Los sobornados (The Big Heat, 1953), Deseos humanos (Human Desire, 1954) y un largo etcétera. (Antonio Santamarina, "La otra cara de América. Las películas negras de un cineasta vienés", en Nosferatu nº 47, diciembre de 2004)
El caso de House by the river es el paradigma total de lo que es su cine. El ambiente que desprende el film, ya desde su mismo inicio con el enrarecido plano del caserón a las orillas del río, es el de un viaje a los rincones más recónditos de la obsesión y la culpa, envueltos en un clima de perenne pesadilla, sustentada tanto en los espléndidos claroscuros de Edward Cronjager como en el gran trabajo de Louis Hayward. Quizá, éste sea el film más oscuro de todos los concebidos por el vienés, el más extremo en sus intenciones y, asimismo, el que mejor puede reflejar el talento de Lang para la creación de ambientes que, en el fondo (como buen expresionista) acaban reflejando la angustia interna del individuo. Amén de ello, la película es un prodigio de narración. Sin ningún tipo de altibajos, manteniendo siempre una tensión creciente, el film avanza proponiendo la sugerencia y extrayendo de los mínimos recursos el máximo de sensaciones: la secuencia del asesinato de Emily, la criada; Louis Hayward caminando a gatas tras haber cometido el crimen; el descenso de su esposa por las escaleras que reproduce la misma situación y planificación que el de Emily; el tenso enfrentamiento final entre los hermanos al borde del río; o, cómo no, el último plano del film donde el protagonismo del destino se hace inmisericorde mediante el título de la novela que Hayward está escribiendo, Death on the river, síntesis poderosa de todo lo acontecido y que, además, lo enlaza con la aparición del cadáver de un animal en la primera secuencia, una prodigiosa premonición que le otorga al film una inquietante estructura circular. House by the river es una pieza tan poco conocida como, en el fondo, absolutamente necesaria para tener una visión más concreta de uno de los grandes genios del Arte del S. XX. (Texto de Joaquìn Vallet Rodrigo, tomado deLa sombra de Nosferatu)
Si hay una obsesión languiana por excelencia en su obra es el surgimiento y posesión de personalidades de apariencia inofensiva por la ira. Por lo general estas metamorfosis se dan en caracteres íntegros, benévolos y de ancha complexión, y tal vez con esto Lang haya querido decir que "la violencia puede surgir en los lugares menos esperados", o bien que "el ser racional no está libre de los arrebatos de furia", o para arriesgar un poco más, que "todos llevamos monstruos dentro". Las causas de la transformación de un ser humano condescendiente o de intachable rectitud en una mole sedienta de sangre pueden ser el dolor, el desamparo, o, como se ve en este film, sencillamente el sadismo.
La historia viene así. Stephen (brillante Louis Hayward), un novelista ocioso y falto de inspiración entra en calor por ver a una sirvienta desfilar suelta de prendas por su casa, intenta seducirla, y al ser rechazado forcejea con ella hasta estrangularla. (..)Conforme la película avanza, Stephen se va convirtiendo en un ser perverso y despreciable, le va tomando el gusto al asesinato y de allí se nutre de inspiración para escribir sus obras. (...)
He aquí uno de los cromos más difíciles de conseguir de la filmografía de Lang, pero lograr dar con él ofrece sin dudas su rédito. Se trata de una de las más lúgubres y enfermizas obras del director. Su oscuridad casi permanente, donde se recortan fuentes aisladas de luz y figuras difusas, y el uso de sombras y de claroscuros de tipo expresionista generan una atmósfera opresiva insustituible. (Miradas de Cine)
FA 3727

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