domingo, 16 de enero de 2011

Locas margaritas (Vera Chytilová - 1966)

Dos chicas jóvenes concluyen, mientras toman el sol en bikini, que si "en este mundo todo está corrompido, estaremos corrompidas nosotras también". Así se activa el mecanismo que pone en marcha la película: una tras otra, se irán produciendo escenas inconexas en las cuales las dos protagonistas juegan a ser malas con su entorno.
Auténtico film de arte y ensayo, de los poquísimos que corresponden a esta modalidad de exhibición, es un alarde de libertad creadora y de buen gusto, de sutileza y homenaje hacia los maestros clásicos del cine de humor, de un hábil y renovador lenguaje cinematográfico (…)(…) Sus protagonistas, viendo y sintiendo el mundo a su alrededor, deciden ser como él, hacerse como él; en una palabra, llegar a pervertirse, a ser tan “malas”, tan “inservibles”, como el ambiente y las gentes que las rodean. Surge entonces la dualidad del film; esto es, surge la necesidad de dotar a esta excelente idea de una plasmación en imágenes que signifique, igualmente, una forma de ruptura con lo tradicional, con la manera de contar lo tradicional, con la forma que el largo uso del tiempo ha clasificado como “clásica”. El mayor acierto radica, precisamente en esto, y de ahí la importancia del film: Vera Chytilova ha hecho una película de ruptura porque la idea del film, su condicionamiento, su manera de ser y de sentir y expresarse es romper con el entorno, con el medio ambiente condicionador y condicionante.Sus protagonistas, esas muchachas atractivas, deliciosas y audaces, han tenido una “toma de conciencia” y al observar y comprobar por sí mismas que la alienación que las envuelve constantemente amenaza con tragárselas, se ponen a la difícil, delicada y fundamental tarea de ser individuales, de no seguir el juego de la sociedad, de enfrentarse con ella y, a ser posible, destruirla. Hemos llegado al punto revelador: destruir, y no propiamente por el mero afán de destrucción; sino para construir más adecuadamente, más en consecuencia con las coordenadas lógicas, vitales e instintivas del ser humano.Burlándose de sus “pretendientes”, comiendo y divirtiéndose a su costa, y dejándoles con un pie en el estribo, ellas toman el sol, comentan las incidencias cotidianas, se aburren, están en el campo, y terminan prometiéndose que han de ser “malas”. Una de las mejores secuencias de la película tiene lugar en un cabaret, y durante la actuación de las atracciones. Los incidentes que les van ocurriendo, unidos a las evoluciones de los demás concurrentes al local, forman una inusitada gama de felices gags, que los virados en color ayudan adecuadamente (…)(…) Con nuevos cambios de vestido y el convencimiento de que ya son “malas”, van a organizar una destrucción en toda regla y que puede compararse con las llevadas a cabo por los inolvidables e inefables hermanos Marx. Estamos en el salón-comedor de un hotel, donde va a celebrarse un gran banquete para conmemorar alguna reunión mundana. Ellas lo pisotean y destruyen todo paulatina y aceleradamente, participando la cámara, y merced a su agilidad, todos los espectadores, de la destrucción y el desafuero que allí se comete. La lámpara, una gran araña de cristal, todo el símbolo de una época, unas ideas y unas creencias, oscila bajo el peso de ambas. Cuando caen lo hacen a un río, y un barco que pasa no puede salvarlas porque las gentes que viajan en él son trabajadores que necesitan descanso, y no deben hacer nada ni ocuparse de nadie. La parábola pudiera haberse cerrado aquí. Ellas, que están un tanto asustadas, deciden volver al comedor con objeto de arreglar la comida, los manteles, las sillas, como mejor puedan, procurando de esta manera hacerse perdonar las “atrocidades” antes cometidas, consiguiendo así que puedan ser incluidas en el “próximo barco”, o bien asegurarse un futura felicidad. El estallido final de una guerra vuelve a colocar las cosas en su sitio, cierra el film y nos dice, dura y elocuentemente, aunque sin desprenderse del agudo humor, que precisa es la destrucción si queremos que los seres y las cosas se coordinen y conlleven en su verdadera esencia, si deseamos que los seres y las cosas se unan y compenetren en su genuina intención. Como todo, realmente, más parece cuestión de fábula que de realidad supuestamente lejana, terminemos diciendo, tal vez para que el “infierno” no esté tan sólo empedrado con buenas intenciones, que películas como ésta, aunque no redondas en el total sentido artístico y técnica de la creación fílmica, son necesarias y fundamentales (…) (Extraído de Carlos Losada en Cinestudio Nº 74 – 75, marzo – abril de 1969
FA 3752

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