domingo, 27 de marzo de 2011

Jacques Tati - Cours du soir (1967)

Clases Nocturnas
Jacques Tati (en la piel de su personaje Monsieur Hulot) da una clase de interpretación donde advierte a sus alumnos (mayorcitos y con poco talento) la importancia de observar los diferentes comportamientos humanos. Además, les enseña algunos trucos como el de tropezarse con un escalón o el de chocarse con una columna... "Clases Nocturnas" es una clase maestra del arte de Tati.
¿Por qué Tati como artista moderno avant la lettre? En primer lugar, porque desde temprano se vinculó con elementos claves de la vida moderna: la velocidad (en Día de fiesta, 1948), el amuchamiento vacacional (Las vacaciones del señor Hulot, 1953), el (dis)funcionalismo arquitectónico (Mi tío, 1958), la urbe como territorio de desolación (Playtime, 1967), el automóvil como fetiche (Trafic, 1971). Pero además, Tati es moderno porque en el curso de su carrera comprende que la fragmentación, dispersión y atomización de la vida cotidiana impiden seguir narrando en obediencia a los tres actos aristotélicos. Lo único que queda es ver qué forma adquiere el tiempo en determinado espacio: la ciudad deshumanizada de Playtime, el anonimato mecánico de rutas, calles y autopistas en Trafic, el espacio mismo de la representación en Parade (1974). (Horacio Bernades)
Proveniente de una familia de origen ruso, Jacques Tatischeff -tal su verdadero nombre- incursionó de joven en el rugby (las temáticas deportivas terminarían siendo muy importante en su vida artística) y luego se formó como mimo y humorista en el ambiente de los cabarets y los music-halls, donde adquirió y desarrolló una enorme capacidad para la comedia física con un timing perfecto para el gag.
En los años 30, Tati (1908-1982) protagonizó varios cortometrajes para otros directores como René Clement o Claude Autant-Lara y en 1932 rodó su primer trabajo como autor integral: "Oscar, champion de tennis". Su creciente prestigio local e internacional explotó con el enorme éxito comercial de su opera prima, "Día de fiesta" (1949). Convertido en héroe popular, el suceso de Tati -y de su alter ego Mr. Hulot- se prolongaría durante dos largometrajes más -"Las vacaciones del señor Hulot" (1953) y "Mi tío" (1958)- mientras que tanto "Playtime" (1967) como "Trafic" (1971) no tuvieron la suerte que se merecían y fueron reivindicadas recién varios años más tarde.
Cultor de la comedia slapstick de pioneros como W.C. Fields o Buster Keaton y enfrentado en muchos aspectos -incluidos los ideológicos- con Charles Chaplin, Tati ofreció en sus largas y meticulosas tomas coreografiadas como si formaran parte de un virtuoso ballet una mirada crítica, agridulce y bastante desencantada de cómo el supuesto progreso tecnológico, el consumismo y la masificación afectan la felicidad y el enriquecimiento individual.
Si bien tuvo muchísimos admiradores entre los grandes intelectuales franceses (André Bazin, Jean-Luc Godard, François Truffaut, Marguerite Duras) y del resto del mundo, algunos detractores le cuestionaron la frialdad, el artificio y cierto subrayado moral de sus trabajos.
Los inconvenientes del culto por los automóviles, del turismo masivo o del boom urbanístico son algunos de los temas que ha desarrollado en su acotada, pero inmensamente influyente obra. Así, entre quienes admitieron de manera pública ser herederos de la impronta de Tati figuran nada menos que Federico Fellini, Otar Iosseliani y Jerry Lewis. Considerado un precursor del cine moderno en cuanto a temáticas, narraciones, búsquedas formales y experimentaciones técnicas, este gran maestro galo ha sido redescubierto en toda su infinita potencia durante los últimos años. (Diego Batlle)
"¿Quién es capaz de deducir, imitar los gestos más cotidianos (un mozo de café sirviendo una consumición, un policía haciendo circular) y, al mismo tiempo integrar esos gestos en una construcción tan abstracta como una tela de Mondrian? Tati evidentemente, el último mimo-teórico", preguntaba retóricamente Serge Daney. Enseñando su arte –que incluye prácticas de choque frontal contra una columna- en la escenografía inolvidable de Playtime, resistiendo de pie las piñas de un peso pesado, o entrenando en la bicicleta fija al cartero de Día de fiesta, Tati le da la razón al gran crítico francés y demuestra, de paso, que un solo rollo de película le bastaba para firmar un tratado de comedia. (Malba)
Tati no hacía otra cosa que contar la vida cotidiana como si se tratara de una comedia interminable. Le interesaba mostrar al individuo frente a la muchedumbre: un hombre simple en contacto con la vida pueblerina ("Día de fiesta"), en una playa modesta ("Las vacaciones del señor Hulot"), en un barrio moderno y ultrasofisticado ("Mi tío"), entre visitantes de una París de metal y vidrio, casi abstracta, o sumergido en el caos del tránsito ("Traffic"). Su sagacidad de observador le servía para retratar los ritos sociales y reírse de ellos; su inventiva humorística, para hacerlo mediante gags esencialmente visuales (y a cuya fascinante precisión se debió que lo bautizaran "ingeniero de la comicidad"); su lucidez, para colar una ferocidad punzante bajo la aparente amabilidad de sus sátiras; su alma de poeta, para deslizar sobre el cuadro un toque de melancólica compasión.
Hay mucho todavía por descubrir en el universo creativo de este clown excepcional venido del deporte (jugó al rugby), fogueado como mimo, acróbata y actor en el cabaret y el music hall e iniciado en el cine como actor y guionista de cortos humorísticos en los años 30, bastante antes de decidirse a emprender la carrera que lo llevaría a ser reconocido como el más brillante creador cómico francés después del legendario Max Linder. (Fernando López)
FA 3958

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