miércoles, 14 de septiembre de 2011

André De Toth - Crime Wave (1954)


Ciudad en tinieblas

Tres evadidos de San Quintin (Penny, Hastings y Morgan) matan a un poli en un atraco a una gasolinera. Herido en la reyerta, Morgan huye a través de las calles... 

Realizada en 1952, ‘Crime Wave’ no pudo estrenarse hasta dos años más tarde, y su realización fue expuesta a varios acuerdos. Para empezar en la Warner querían a Humphrey Bogart y Ava Gardner para que protagonizasen el film, a lo que André de Toth se negó tajantemente, y para conseguir salirse con la suya ofreció realizar la película en quince días, veinte menos del tiempo de rodaje, a lo que en el estudio no pusieron ninguna pega. Hizo la película en trece días, y en ella pudo contar con uno de sus actores predilectos, Sterling Hayden, que había protagonizado unos años antes una de las consideradas cumbres —no por el firmante— del cine negro, ‘La jungla de asfalto’ (‘The Asphalt Jungle’, John Huston, 1950). En ‘Crime Wave’ se reserva un personaje secundario lleno de matices.
La historia da comienzo con el atraco a una gasolinera perpetrado por tres importantes presos evadidos, que para no levantar sospechas cometen atracos en pueblos pequeños, mientras se dirigen a un punto en concreto del país para cometer un robo mayor. Uno de ellas resulta herido en un tiroteo y tienen que separarse, refugiándose en casa de Steve Lacey (Gene Nelson), antiguo compañero de prisión, que ahora se ha enderezado y quiere olvidar su pasado al lado de la mujer que ama. Las cosas empezarán a torcerse mucho para Lacey cuando se convierta en principal sospechoso del atraco y de un asesinato que no ha cometido, y temiendo por su vida se verá obligado a colaborar con su viejos amigos mientras la policía le presiona como nunca. Un argumento en apariencia simple y que va enredándose cada vez más.
‘Crime Wave’ fue realizada en plena época del Macarthismo, esa época tan vergonzosa dentro de la historia de los Estados Unidos, en un período datado entre los años 1950 y 1956. Dicha realidad quedaba reflejada en los films de entonces —también en otras artes, que se lo digan a Arthur Miller— en los cuales las fuerzas del orden no resultaban demasiado bien paradas con la imagen que daban de ellas. No deja de tener su gracia que el papel del policía, un machista con toques fascistas que no cree en la reinserción, estuviese interpretado por Sterling Hayden, precisamente uno de los nombres que figuraban en la famosa lista negra del senador McCarthy. Puede que el actor esté un poco exagerado, sobre todo en lo que respecta a su afición por los palillos para dejar de fumar, pero de Toth capta con contundencia su esencia, gracias a su fisicidad.
En ‘Crime Wave’ hay toda una jungla de personajes, a los que se llega a conocer por su aspecto. Desde el mencionado policía hasta la banda de ladrones comandada por alguien que parece un elegante mafioso y su mano derecha, un bruto violento y de fácil gatillo —papel reservado a un jovencísimo Charles Bronson, cuando se acreditaba en las películas como Charles Buchinsky—, hasta la joven pareja, que parece representar el único aliento de bondad en un relato marcado por el pesimismo y en el que la esperanza brilla por su ausencia. Para remarcar todavía más esto, de Toth rueda en escenarios naturales, y con claros ecos de ‘El demonio de las armas’ (‘Grun Crazy’, Joseph H. Lewis, 1950) —esa cámara en el interior del coche— consigue dotar al conjunto de cierto aire casi documental, retomando así un camino iniciado por directores como Henry Hathaway o Jules Dassin diez años antes.
‘Crime Wave’ es un relato duro, amargo. La fotografía de Bert Glennon —que fue operador de gente como John Ford, Raoul Walsh, Michael Curtiz o Delmer Daves— acentúa con sus grises esa ciudad donde sus protagonistas intentan literalmente sobrevivir. Y de Toth lo viste con detalles increíbles por atrevidos para la época. Baste fijarse en que las parejas en la película duermen en camas separadas, tal y como ordenaba el famoso código Hays, mientras que los protagonistas lo hacen en el mismo lecho, abrazados el uno al otro, en un par de secuencias de claras connotaciones sexuales, y que supone el único instante en el que el amor —característica que nos hace humanos— se apodera de la historia, como rebelándose en medio de tanta desgracia y personaje malvado, y mostrando que sólo ese sentimiento es la única salida a la que merece la pena agarrarse en esta sucia vida. (Blog de Cine)

"La vida es una traiciòn y, bueno, a veces uno tambièn se traiciona a sì mismo. Debemos tener el valor de admitirlo. No hay nadie que no haya jugado sucio alguna vez, en algùn lugar, a lo largo de su vida. ¿Asì que por què negarlo? La verdad y la honestidad son claves para mì cuando hago pelìculas. En la vida tambièn lo intento." André De Toth 

FA 4323

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