domingo, 18 de septiembre de 2011

Samuel Fuller - China Gate (1957)


Un niño de origen chino es la victima de la disputa egoísta e irracional entre personas y pueblos, de ideologías y de razas distintas.

Puede que Samuel Fuller siempre haya estado algo loco, y la locura fue uno de los temas de sus películas. Ahí está Shock Corridor (Delirio de pasiones), la película que convirtió la locura en su centro absoluto, ambientada en un manicomio, pero también están sus films de guerra; y las guerras de Fuller tienen siempre, invariablemente, un componente de locura.
En su libro de entrevistas y artículos sobre cine Pieces of Time, Peter Bogdanovich escribe que “Sam Fuller es probablemente el talento más explosivo que haya salido de los estudios de Poverty Row. Excéntrico, iconoclasta y en la tradición del periodismo de tabloide (comenzó como reportero y uno de sus films más personales, Park Row –La voz de primera plana– trata sobre los primeros periódicos de Nueva York), sus películas llevan el mismo sello individualista. Es uno de los pocos directores norteamericanos de bajo presupuesto que ha escrito y producido la mayoría de sus films, lo que le ha dado libertad sobre su material”. Sobre sus películas de guerra en particular, Bogdanovich opina que Fuller “hizo los únicos films bélicos en los que se nota que fueron hechos por un hombre que sobrevivió a una guerra, lo que efectivamente hizo como miembro de la Primera Infantería durante la Segunda Guerra Mundial. Cascos de acero, Bayoneta calada, Las puertas rojas (China Gate), Misión a Burma y Verboten!, están completamente libres de sentimentalismo o de la piedad que moldea la mayoría de los films acerca de hombres en guerra; uno tiene la sensación de que así es realmente como fueron las cosas: amorales, totalmente destructivas, insoportablemente intensas y claustrofóbicas”.
Y así son básicamente las cosas con las películas de Fuller: no es que no tengan nada de ese ¡rat-tat-tat! que los productores suponían que el público esperaba (y que quizás el público efectivamente esperara) del cine de guerra en años de guerra y posguerra; sino que las ametralladoras y los tanques y las trincheras funcionan casi como pequeñas puntuaciones, separadores y momentos ineludibles porque, después de todo, las guerras solían estar llenos de ellos en los tres primeros cuartos del siglo XX. Las listas de las mejores películas del género que cada tanto organizan los medios especializados difícilmente vayan a incluir alguno vez estos films bélicos, porque Fuller era un clase B de cuerpo y alma, que ya desde mediados de siglo viene demostrando lo que Apocalypse Now! postuló para el gran público internacional: que las grandes películas de guerra terminan por ser inevitablemente películas sobre la locura.
Dejando de lado su gran película épica Más allá de la gloria (The Big Red One, 1980), que es la que recoge de manera más directa sus experiencias en el frente –la amistad entre los soldados a través del Africa de Vichy hasta las playas normandas, y la máxima de que “la única gloria en la guerra es sobrevivir”– ocurre que los films bélicos de Fuller son básicamente eso que describe Bogdanovich: retratos de personajes, trazos de intrincadas relaciones humanas en medio de la selva, del bosque, del desierto; conversaciones entre desesperados y resignados. Muchas palabras y nadie que pueda explicar por qué están luchando, más que por la propia supervivencia. (Mariano Kairuz, tomado Pàgina 12)

"Las películas de Sam no ceden nunca a las facilidades del sensacionalismo. Se esforzaba siempre en sondear lo insondable, aunque fuera a costa de rozar lo absurdo. Fue uno de los cineastas más valientes y más profundamente morales que ha habido hasta ahora en el mundo del Cine." Martin Scorsese

FA 4380

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