domingo, 27 de noviembre de 2011

Raoul Walsh - The Thief of Bagdad (1924)


EL LADRÓN DE BAGDAD
Abú, un ladronzuelo que actúa por las calles de Bagdad, es detenido y encarcelado. Comparte la celda con el príncipe Ahmad, legítimo heredero del trono de Bagdad, a quien el Gran Visir Jaffar ha encarcelado para arrebatarle el poder.

Douglas Fairbanks queda tan impresionado al visionar Las tres luces (Der Müde Tod, 1921) del realizador germano Fritz Lang, que decide comprar los derechos de distribución del film para EEUU. La influencia delfilm en Doug deriva al terreno artístico, ya que una de sus historias, la que relata la persecución por el legendario Bagdad, le inspira y anima a realizar una película sobre los cuentos de Las mil y una noches.
Bajo su seudónimo habitual, Elton Thomas, Fairbanks firmajunio a Lotta Woods el guión de The Thief of Bagdad, una fantasía plagada de variopintas aventuras en la mítica ciudad oriental, que es convertida en el marco idóneo para el desarrollo del estilo acrobático y desenfadado del actor.
Su estética característica es uno de los puntos fuertes de la película, obtenida mediante los estilizadosdecorados que pone en escena William Cameron Menzies.Con ellos, Fairbanks pretende la consecución de un estilo visual nuevo, transmisor de sensaciones internas, a modo del expresionismo alemán, pero dotado de una energía diferente, más alegre y vivificante.
El resto del equipo también raya a gran altura, desde Hampton Del Ruth, con sus espectaculares efectos especiales, el imaginativo vestuario de Mitchell Leisen, el trabajo del operador Arthur Edeson y, por supuesto, la espléndida labor del realizador Raoul Walsh, el cual, compenetrándose con Fairbanks a la perfección, no duda en sacrificar su toque personal en aras de lograr el dinamismo narrativo que su protagonista requiere.
La película se estrena el 18 de marzo de 1924 en el Liberty Theatre de Nueva York. Además de obtener un enorme éxito, que le lleva a recuperar sobradamente los dos millones y medio que ha costado y de situar a Fairbanks en su cima de popularidad, se convierte en título paradigmático dentro del cine de aventuras, y uno de los films más populares del cine mudo americano. (Luis Enrique Ruiz, Obras Maestras del Cine Mudo)
El ladrón de Bagdad, es el avance más grande y repentino que el cine haya hecho jamás, y al mismo tiempo, es un regreso a la forma de las primeras cintas. Los trucos usados en su realización, son fascinantes, Fairbanks no tiene miedo de recurrir a la magia de la variedad más notoria, usando sogas que, cuando se lanza al aire, se vuelven rí­gidas y escalables, manzanas de oro que devuelven la vida a los muertos, ojos de cristal de í­dolos en los cuales se revela el futuro, alfombras mágicas que vuelan a través de las nubes, caballos con alas, llaves con forma de estrella para abrir el palacio de la luna, además de una dotación de genios, amuletos, talismanes y dragones que exhalan fuego.
Por supuesto que la magia es posible en la pantalla; la primera comedia francesa del mago Georges Mélií¨s lo demostró. Pero Fairbanks ha ido un paso más allá de los lí­mites de esas posibilidades, ha interpretado la hazaña sobrehumana de hacer que la magia parezca probable.
Cuando en Los diez mandamientos (1923, Cecil B. De Mille) el director hizo que el Mar Rojo se abriera, todo el mundo dijo: ese es un gran truco, ¿Cómo lo hizo?; no hay ese tipo de interrupciones mentales en la cinta de Walsh. El espectador mira las fenomenales acrobacias de Fairbanks sin detenerse ni un momento a pensar que son trucos. Más bien los acepta como hechos. Esta cinta, tiene una maravillosa cualidad de cuento de hadas: un recorrido romántico que levanta a la audiencia, y después se vaporiza en nubes rosas y esponjosas. También tiene mucha belleza y solidez de construcción dramática.
Fairbanks y Walsh, actor y director, idearon escenas de sobrecogedora magnitud y grandeza. Construyeron, con increí­ble magnificencia, la ciudad de Bagdad, escenario sobre el que la cinta, llena de gracia, se desarrolla rí­tmicamente y a una velocidad que constantemente aumenta. Después de verla, uno se queda con la misma emoción infantil, creada después de la primera lectura de las historias de Hans Christian Andersen: es dominantemente romántica e irrealmente cautiva.. (...) (Blog de Cine)

"Se me cortò la respiraciòn cuando vi los sets... La maestrìa de Menzies era lo suficientemente grande como para convencerme de que estaba caminando por las calles de Bagdad... Cambiè mi mentalidad entonces y allì mismo. Harìa El Ladròn de Bagdad y serìa la mejor pelìcula que hubiera dirigido. Eso es lo que el genio de un hombre puede hacer con el ego de otro." Raoul Walsh
FA 4488

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