domingo, 29 de septiembre de 2013

Amator (Krzysztof Kieslowski, 1979)

El aficionado

Filip Mosz es un obrero que descubre gracias a una súper 8 los poderes de las grabaciones cinematográficas. Destinada a grabar los primeros pasos de su bebé, la cámara se convierte en herramienta de exploración y análisis del mundo: fábricas, obreros, ciudades, poblaciones, recuerdos, relaciones de poder y trabajo A medida que Filip encuentra nuevos temas, el mundo cambia. Esta actividad lo aleja de su mujer, empeora su relación con su jefe y provoca rupturas y malentendidos. Tanto su vida privada como su vida social se vuelven inestables como si el cine influyera en la realidad. (FILMAFFINITY)

Película sencilla pero no muy cómoda, el espectador (pese a que no es un film especialmente complejo) ha de sobreponerse al ritmo lento y a unas reflexiones que, por esa aparente sencillez, pueden descolocar a más de uno. Ahora bien, el que esté dispuesto a dejarse llevar encontrará sobrados motivos de satisfacción.

Desde el punto de vista de la aparición del ansia por registrar la realidad y de “crear”, la película es interesantísima, sobre todo al principio. Nos hablan de la perspectiva del cine como registro de la memoria, como exploración de la realidad, como “responsabilidad” y compromiso del autor. En este sentido hay momentos como las primeras grabaciones del protagonista, el estallido de emoción tras ver el documental de uno de los trabajadores en TV... que son muy intensos y esbozan las cuestiones que, en mi modesta opinión, debieron ser el eje de la cinta.

Me encantó ver la fascinación del protagonista por su cámara, por las imágenes registradas, por su búsqueda de algo elevado en esa actividad que, por azar, ha descubierto y su ansia por averiguar el sentido y los objetivos que la creación cinematográfica incorpora.

Pero la película va abandonando esas consideraciones (nunca del todo, pero pierden el papel preponderante del principio) y comienza a dejarnos apuntes sobre su crisis matrimonial y, sobre todo, se centra en la consideración del cine como propaganda e instrumento del que hacer uso para fines concretos que nada tienen que ver con lo artístico ni con la búsqueda de la “verdad”.

Esa perspectiva de cine de autor vs. control e injerencia del poder (realidad vs. adulteración y ocultación) acaba siendo el motor principal y a esa cuestión se dedica gran parte el metraje. Quizás mi pega (el 7 y no un 8) sea debido a eso. No trato de ser objetivo pero el inicio de la película me insinuó otro camino, creí que las reflexiones sobre la creación y el hecho cinematográfico desde una perspectiva más reflexiva pero apasionada a la vez (el poder de las imágenes sin más, sin explicaciones) serían lo fundamental. Tanto desde la perspectiva de la creación, fascinación y conflicto a la hora de decidir lo que es y lo que no es arte, lo que merece la pena registrar, el compromiso del director con la realidad, con el público, la libertad del artista... Pero al final (pese a que hay un poco de todo) lo que se impone es el conflicto ético del protagonista con el director de la fábrica (censura). Así que la película toma ese camino mucho más directo. Y es cierto que eso es también parte del conflicto de ese director en ciernes de documentales, pero no es la parte que más me interesaba.

También hay un homenaje al director de cine Zanussi, a los cineclubs y a los debates posteriores al visionado de una película, cierta intención paródica en el festival de cine (con algunos personajes ridiculizados) etc. (Bloomsday, FilmAffinity)


fa 5186

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